Comer sano gana adeptos. Se añoran los productos de antaño donde los tomates sabían a tomates, alimentos de temporada sin formas perfectas

ESPAÑA. “Somos lo que comemos”, una frase que cada vez preocupa más a la población. Eso, unido a un mayor respeto hacia el medio ambiente, hace que en los últimos años aumente la demanda de los llamados productos ecológicos, orgánicos o biológicos, aquellos producidos de manera sostenible y que no han sido expuestos a ningún tipo de pesticidas o sustancias químicas.

Los consumidores exigen calidad y compromiso medioambiental. El precio ya no es el mayor inconveniente, ya que el aumento de la demanda logra un menor coste. Cada vez hay más formas de acceder a estos productos saludables, bien en cooperativas o mercados de venta directa.

Hace seis años el español Álvaro Garrido Montesinos, decidió poner en práctica sus conocimientos de ecología creando un huerto casero. “Con el embarazo de mi pareja, mi primer hijo removió algo dentro de mí enfocado a qué me hubiera gustado tener de pequeño y empecé a investigar sobre huertos”.

Su afición, convertida ya en pasión, le hizo ir más allá elaborando, incluso, su propio humus de lombriz, un fertilizante ecológico de PH casi neutro de excelentes propiedades.

“Si quería alimentos sanos tenía que darles algo sano; de modo que leí sobre la lombriz roja californiana, una campeona del compostaje. Monté una vermicompostera casera y las alimentaba con vegetales crudos, podas, hojas y estiércol de caballo, porque el de vaca tiene medicamentos y hormonas. El resultado de la descomposición de la materia orgánica por parte de las lombrices es el humus líquido que filtraba y usaba para regar. Es el sustrato por excelencia”.

Para Garrido todo son ventajas y asegura que es apto para cualquier público. “Se requieren valores de respeto al resto de seres vivos. Lo recomiendo a nivel ecológico, social, de salud y por supuesto docente. Es primordial en cualquier casa o centro escolar”, indica a Efe.

Por eso inculca esos valores medioambientales a sus dos niños, Eloy y Gael quienes, pese a su corta edad, disfrutan ayudando en el proceso de siembra y recolección.

“Tierra, agua y bichitos; les encanta. Intento enseñarles tanto como voy aprendiendo de un mundo precioso”.

Salvar el planeta
La preocupación por el uso indiscriminado de los recursos naturales es un temor social cada vez mayor. El reciclaje; el uso de filtros fertilizadores; la llamada ecoducha, que ahorran un 65% de agua; bombillas de bajo consumo; paneles solares; vehículos eléctricos o la apuesta por el uso del transporte público o la bicicleta, son algunas de las iniciativas que conllevan grandes beneficios de ahorro energético y residual.

Esas inquietudes son las que hicieron que en el año 2006 un equipo de tres mujeres decidiera generar su propio puesto de trabajo en el ámbito del compromiso ambiental y es así como surge Germinando. Iniciativas socioambientales, una cooperativa formada por profesionales del medio ambiente y la educación.

La bióloga Julia del Valle es socia fundadora de la misma y destaca la gran preocupación que mantienen sobre los efectos de la agricultura industrial, ya que “genera un tercio de las emisiones de CO2 y es la principal causa de origen humano de la destrucción de suelo fértil. La contaminación de acuíferos es responsabilidad del sistema de cultivo. Además, no hay que olvidar los impactos sociales con monocultivos, como la soja y una mano de obra semiesclava que existen en varias partes del mundo”.

Para Álvaro Garrido “cualquier movimiento libre debe mantenerse al margen del comercio explotador de recursos humanos y naturales. Vendes comida para comprar comida? No tiene sentido”.

Y es que, como destaca Julia del Valle “el actual modelo de producción agraria es injusto en el reparto de beneficios y costes, e insostenible en términos ambientales y sociales. La propuesta de la agroecología aboga por lo sostenible, donde se tiene en cuenta la producción, distribución y el consumo”.

Aunque desde Germinando opinan que la población está cada vez más concienciada y existe un mayor conocimiento, para Garrido “falta una visión ecológica global desde los colegios e institutos; así como una legislación a la altura de las circunstancias que se avecinan”.

La cooperativa trabaja en el mercado local donde se ubica, la capital de España, con el Ayuntamiento, en el desarrollo del Pacto de Política Alimentaria Urbana de Milán de 2015; imparten cursos de agricultura ecológica para desempleados e impulsan la red de huertos escolares de la localidad próxima de San Sebastián de los Reyes.

Además cuentan con una pequeña tienda en el céntrico y castizo barrio de Lavapiés, donde venden lo necesario para poner en marcha este tipo de huertos.

La arquitecta Nerea Morán Alonso, miembro también de la mencionada cooperativa, es una de las participantes del madrileño huerto Adeldas y destaca que “los huertos urbanos son una necesidad de contacto con otras personas y con la tierra, de intervenir en el espacio público con un ocio saludable. También hay huertos sociales destinados a personas en situación de vulnerabilidad”.

Más que una moda
Las marcas sostenibles son ya una realidad y se aprecia, incluso, en el éxito de la cosmética natural.

Cultivo ecológico de aloe vera, jabones de algas, aceite de oliva o coco, exfoliantes de sal del Himalaya, mascarillas de glicerina o manteca de karité, son algunos de los productos más demandados.

Sin gluten, sin conservantes ni colorantes, sin parabenos y libre de experimentación animal. Lush, Adonia, Mádara, Le Pure o Evolve Beauty, son algunas de las marcas más prestigiosas. Y es que, el sector de la belleza parece comprender que en la propia naturaleza reside el secreto.

La medicina natural es otra de las alternativas a las que cada vez se recurre más para tratar diferente problemas.

Sin efectos secundarios ni reacciones alérgicas, previene de enfermedades graves y son un remedio contra muchas dolencias, según naturópatas y holísticos. Es por ello que cada vez más médicos recomiendan terapias como los masajes, la acupuntura o hierbas específicas, como opción o complemento a determinados tratamientos.

Ya no hay excusas para cuidar la naturaleza y a uno mismo. “Un pequeño huerto lo puedes poner en un balcón o en la azotea. Se requieren conocimientos básicos pero sí hay que tener dedicación e interés”, asegura Garrido.

Incluso, cada vez son más quienes realizan su propio jabón y cremas artesanas. Para Nerea Morán “no es solo una cuestión individual de salud, sino de apoyo a la economía local y de compromiso con el cuidado del planeta”.

Lo natural se impone así como un regreso a los orígenes y una solución a la contaminación, maltrato animal y a la destrucción masiva de los recursos naturales.

Por Rosi Legido.

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