Aunque su clientela ya estimase que se trataba de un restaurante, O Camiño do Inglés acaba de adquirir esa condición ocho años después de su nacimiento, cuando el cocinero Dani López al frente, abrió sus puertas en pleno casco histórico de Ferrol, a unos metros de la casa consistorial.
El cambio al barrio portuario alfombró su despegue en la escena gastronómica al instalarse en 2012 en la calle San Francisco, vía neurálgica de un entorno en avanzado estado de deterioro en espera de una rehabilitación integral.
Aquel cuartel de operaciones asentó una propuesta de vanguardia que su propio responsable tilda de «cambiante», adaptada al «mercado».
En una entrevista con Efe, insiste en su cocina ceñida a lo que encuentra cada mañana en la plaza de abastos, con abundancia de productos del mar y de la huerta local.
Algo más de un lustro después de que aquella taberna deslumbrase en la ciudad y en el exterior, se ha desplazado hasta aproximarse todavía más a la fachada marítima ferrolana.
Sin rótulo que impacte en su fachada, los rumores esparcidos por sus fieles han propiciado que no haya sido precisa publicidad para dar a conocer su reputación.
Frente al establecimiento, el solar ahora vacío de la antigua fábrica de lápices de Ferrol, que dispensó el más esencial elemento del material escolar con marcas célebres, caso de Johann Sindel.
Demolido un recinto vinculado con el esplendoroso pasado industrial del municipio, la hierba se va adueñando del lugar, pero Dani López propone construir desde allí la continuidad de su marca.
Los incondicionales, aunque se les avise cuando piden mesa por teléfono, ya son conscientes del emplazamiento elegido, pero otros, incitados por el boca a boca, empujan sin rubor la puerta y preguntan con curiosidad.
El promotor de esta mudanza sostiene que ahora cuentan con unas «instalaciones más acordes» ante su «responsabilidad de ser un referente en la zona», caso de una «cocina más amplia».
De hecho, avanza que podrían «asumir un evento» como una «pequeña boda» o servicios de cáterin.
La carta, remarca López, «cambia día a día» y se basa en platos pequeños, en los que sobresalen desde los pescados a las mezclas con técnicas orientales en recetas tradicionales o legumbres de la comarca.
Sin embargo, admite que el usuario «marca» el camino, por lo que combinará su pizarra con propuestas diferentes según la jornada y un «menú degustación» porque hay «demanda, cada vez más».
No en vano, muchos se encomiendan al líder de los fogones para que elija por ellos lo que probarán.
En todo caso, O Camiño do Inglés aboga por persistir con «una relación calidad-precio muy buena» y la atención próxima, con ocho personas para treinta comensales.
Con predominancia para lo obtenido en el mar, confiesa el cocinero que puede residir «nuestra mayor complicación» en depender de lo que exhiba la plaza de abastos cada mañana, aunque asevera que ahí también está parte del éxito, el factor sorpresa.
Todo ello, en el corazón del barrio que vio nacer a Ferrol, ahora intentando asomar la cabeza entre inmuebles al filo de la desaparición.
Con multitud de parcelas afectadas por el abandono, la hostelería se echó la responsabilidad a la espalda. La calle San Francisco, donde repuntó este proyecto, se ha ido llenando de puntos innovadores, erigiéndose en centro de atracción, y López tiene claro que quedarse es su única opción: «No me quiero ir, mi objetivo es estar aquí».
Con el aval de la recomendación en la Guía Michelin o su nominación a cocinero revelación en Madrid Fusión, no desdeña una parte social aparentemente inadvertida para que su lugar de origen reanude el vuelo.